12.13.2004

El calígrafo

Edward Docx tiene 32 años, ya ha sido crítico literario para cinco diarios británicos y sus colaboraciones aparecen en The Times, The Independent y The Washington Post. Hijo de rusa y británico y con tres hermanas, creció entre artistas ya que su madre es agente de músicos clásicos.
“Cuando tenía 15 ó 16 años, mi mamá armaba unas grandes fiestas en la casa y yo aprovechaba para escaparme a las mías –recuerda–. Pero a veces regresaba y encontraba a algún violinista italiano durmiendo en mi cama”.
Es una perfecta mezcla de su educación y de su entorno: adora oír las Variaciones Goldberg de Bach tocadas por Glenn Gould y le parece que el rapero Eminem es lo máximo.
Además, asegura que tiene que venir a Colombia y a Brasil antes de casarse, para comprobar lo que ha oído acerca de la belleza de las mujeres. No es mujeriego, pero no le va mal.
Jasper Jackson, por su parte, tiene 29 años y es huérfano de padre y madre. Es un enamoradizo de tiempo completo y ha tenido algún tipo de contacto físico con un alto porcentaje de mujeres de Londres. Su vida de calígrafo es presentada como el transcurrir “entre un trabajo tranquilo y sofisticado y una interminable sucesión de conquistas”.
Es criticón, detesta a los tipos estirados y a las mujeres huecas. Es un tipo duro, que en el fondo lo que muestra es su desencanto por el mundo, un lugar en el que se imponen la ley del menor esfuerzo y el mínimo denominador común.
Con muchas pelotas en el aire, y en medio de un importante trabajo, Jasper conoce a Madeleine, su par en muchos sentidos, y la vida empieza a cambiarle tanto que hasta se atreve a pensar en matrimonio.
El primero de estos hombres es de carne y hueso y habló acerca del segundo y de El calígrafo, su primera novela, protagonizada por Jasper, que podría convertirse en un clásico de su generación. De nuestra generación.

Usted vive en Londres y se escapa cada vez que puede a Roma. ¿En qué más se parece a Jasper?
A ver... yo aún hablo con mis ex novias. En eso tengo más suerte que él. La compañía de mujeres me encanta, aunque no me va tan bien como a Jasper. Pero realmente me identifico más con Madeleine. Él se enamora locamente y se descompone, ella es más fuerte. Como escritor, uno nunca se puede rendir.
¿De qué escritores ha aprendido?
Me gustan las típicas novelas como las de Salman Rushdie o García Márquez, y también los clásicos rusos y acabo de terminar un libro de Dickens. Y más contemporáneos me gustan Alan Hollinghurst, Jonathan Franzen, Philip Roth, el Middlesex de Jeffrey Eugenides y J. M. Coetzee.
Cuando escribo apunto muy alto. Es decir: si uno trata de escribir como Philip Roth y llega a un cuarto del camino, igual el producto es bastante bueno. Pero no vale la pena escribir si el resultado no va a ser el mejor posible.
Las novelas se han vuelto triviales. No es que tengan que ser serias y trascendentales, tienen que entretener pero con algún sentido. Por ejemplo, mire a Bob Dylan: el más serio y el más divertido.
Bob Dylan es muy importante para usted. Incluso dirigió la Sociedad Bob Dylan. ¿Ese no es un puesto para alguien de la generación anterior?
Mi generación no tiene héroes que valgan la pena. Si tú tenías 30 en 1968 tenías a Dylan, Ali, Andy Warhol, una música clásica activa. A nosotros nos tocó música hecha en computador, un arte que es basura y unos artistas preocupados más por cuándo van a poder comprarse un Mercedes que por otra cosa. Antes los jóvenes estaban más interesados en el mundo. Claro, creo que viene una etapa interesante en Estados Unidos, por ejemplo. La política va a empezar a importar.
Se entiende que a los hombres les guste el libro. ¿Cómo le va con las mujeres?
Al final son ellas las que ganan así que lo disfrutan mucho. Ellas están en control todo el tiempo. Tienen una relación de amor-odio con Jasper. Y algunas lo leen como un manual de comportamiento masculino. '¿En verdad hacen ese tipo de cosas -me dicen-? No lo puedo creer'.
No es un trabajo muy normal. ¿Cómo surgió la idea de que Jasper fuera calígrafo?
Tenía la historia pero no el trabajo del personaje. Estaba en un bar en Londres mirando gente, buscando ideas, y de pronto entró Angelina Jolie. Todavía andaba con Billy Bob Thornton y llevaba un tatuaje nuevo que decía algo como ‘lo que me alimenta me destruye’. Ahí pensé ‘¡claro, el tipo debe ser un tatuador!’ pero después me pareció demasiado ‘Pamela Anderson’ y decidí que mejor fuera calígrafo. Fue un raro momento de inspiración en la novela, tal vez el único, y se lo debo a Angelina Jolie...
Y de dónde sale la historia de Titivillus, el demonio que habla al comienzo...
Es una historia real. Cuando decidí que Jasper fuera calígrafo me contacté con la Sociedad de Escribas e Iluminadores. El director de la sociedad me dio un libro sobre el mito de los calígrafos y ahí descubrí que esa profesión no tiene santo patrón, sino demonio. Y esto fue justo después de lo de Angelina Jolie, así que me di cuenta de que había tomado la decisión correcta.


Publicado en ET el 7 de diciembre de 2004

1 comment:

Rodrigo said...

Suena bien, suena bien. Siempre tan intrigante el oficio de calígrafo.