12.28.2004

Ejercicio No. 2

Después de terminar una relación de año y medio, Laura va al apartamento de Federico a llevarse sus discos, su ropa, y a echar un último vistazo. Sus ojos dan vueltas, curiosos, incluso se podría decir que un poco nostálgicos.
En la caneca del baño, el sitio que más odiaba mirar por los copitos usados y los nudos de pelos que sacaba de la ducha –maldita sea, en año y medio no fue capaz de comprar una caneca con tapa– ve una bolsa de Victoria’s Secret.
“Federico nunca me acompañó a comprar calzones en Victoria’s Secret –pensó en voz alta–. Es más, hace más de dos años que no compro nada allá”.
Rosa, su prima que había venido a pasar el invierno suizo a Bogotá, la miró a través del espejo del baño. Le mostró los dientes, porque lo que hizo no puede llamarse una sonrisa. No sabía qué decirle.

Laura también miraba el espejo, que le devolvía imágenes de Federico haciendo el amor con otra mujer en la sala, frente a la chimenea, sobre el comedor, encima de la lavadora. Siempre con unos calzones Victoria’s Secret tirados al lado de la puerta de entrada. La curiosidad y la nostalgia se fueron al carajo.

- ¿Quieres revisar el recibo?, dijo Rosa.
- No vale la pena.
Laura tomó el cepillo azul, ese que hasta hace poco usó tantas veces cuando llegaban sus suegros de sorpresa a tomar café, para quitarse el sabor a sexo de la boca. Lo hundió varias veces en la tasa –sucia como siempre, qué bueno no estar más con este puerco patán–, lo sacó y lo volvió a dejar en su puesto. Salió del baño y dio el último vistazo que vino a dar.
Cuando cerró la puerta, estaba sonriendo.

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