2.08.2009

No me maten

Álvaro Uribe es para algunos un gran hombre a quien Colombia le debe mucho por su trabajo como presidente desde 2002. Para otros, es la figura más peligrosa en llegar a la presidencia colombiana desde Laureano Gómez y, como él, una amenaza para la democracia.

Con su actitud irresponsable del sábado pasado Uribe confirmó una vez más que su forma de gobernar es nociva para la libertad de expresión y peligrosa personalmente para muchos colombianos que no comparten su manera de pensar.

Una de las tradiciones que Uribe instauró desde el comienzo de su primer gobierno son los consejos comunales, una especie de asamblea pública donde se ventilan (pero no siempre se solucionan) los problemas de la localidad de turno. En el más reciente, el pasado sábado, el presidente habló de la existencia de un "bloque intelectual de las FARC", un grupo sin identificar que según Uribe defiende a la guerrilla por medio de un "cuentico" de paz.

Uribe siempre ha sido un enemigo público de la guerrilla, incluso desde antes de que fuera obvio que los objetivos políticos con los cuales nacieron las FARC hace 45 años (la justicia social, una reforma agraria seria, entre otros) eran cada vez menos importantes si se comparaban con sus objetivos económicos: la dominación de vastos territorios para cultivar y exportar la mayor cantidad posible de narcóticos.

La pelea de Uribe es también personal y vengativa, ya que las Farc asesinaron a su papá en 1983, y se parece en muchas formas a la pelea que millones de colombianos creemos tener con ese grupo. El país lleva décadas culpando a la guerrilla, justamente en muchos casos, de la inseguridad y todos los problemas económicos y sociales que derivan de la falta de movilidad. Haber puesto en la presidencia a un hombre frentero, guerrero, convencido de que a las FARC había que derrotarlas militarmente, fue para muchos un respiro.

Pero para otros se ha convertido desde el inicio de su gobierno en un motivo de alarma. Colombia ha vivido su historia moderna bajo la idea de que la ley es flexible, que en muchos casos el fin justifica los medios y que la ley puede y algunas veces debe tener excepciones. "La ley es para los de ruana", es uno de muchos adagios populares.

Y cuando desde la presidencia la ley se dobla para cumplir objetivos, como en el caso de los muchos ataques y resultados inventados o "falsos positivos", o la violación de la frontera con otro país para bombardear un campamento del enemigo, esa creencia popular se vuelve el ejemplo a seguir y cualquiera puede sentirse por encima de la ley. Cualquiera. No importa si la ley realmente estaría de su lado.

La declaración de Uribe acerca de este supuesto bloque intelectual de las FARC, sin nombres ni detalles, hace que sea fácil para la orda de seguidores del presidente declarar como defensores de las FARC -y por ende enemigos de Uribe y de 'la gente de bien' de Colombia- a muchos quienes no estamos de acuerdo con la política y sobre todo con la ejecución de la obra del presidente.

Uribe ha centralizado, o mejor personalizado, todas las ramas del poder público en Colombia, eliminando el balance y los controles que una rama debería ejercer sobre las demás. Controla, por medio de nombramientos que se han hecho más extensos desde que cambió la constitución para hacer posible su reelección, la Fiscalía y las cortes de justicia. Sus seguidores son las principales figuras del Congreso, y cuado dejan de seguirlo, como en un caso reciente, prefieren renunciar a su silla antes que enfrentarse al plenipotenciario Uribe.

El periodismo y la academia se han mantenido, a medias, como los pocos lugares desde donde se puede criticar a Uribe. Pero a partir del sábado queda claro que cualquiera que quiera enfrentarse a sus métodos va a ser acusado de pertenecer a un grupo sin nombre, sin lista de miembros, que defiende a la guerrilla y quiere "engañar" y "desorientar" a los colombianos.

Hace casi 60 años, otro político de derecha había propuesto desde la presidencia mano firme frente al avance de las ideas liberales y contra un incipiente comunismo. Con la ayuda de la policía secreta (para-militar) y la utilización de lo que ahora llamaríamos una sistemática violación de los derechos humanos, este presidente redujo las libertades civiles, sindicales y de prensa que tanta sangre costaron. No es casualidad que ese periodo histórico se conozca en los libros como La Violencia, así, con mayúsculas.

Y fue tal el daño que ese presidente les hizo a las instituciones colombianas que fue un general del ejército, por medio de un golpe, quien asumió la presidencia cuando llegó el momento de parar el avance de su proyecto político.

Yo soy uno de esos que creen que Álvaro Uribe es una amenaza para la democracia colombiana. Uribe cada vez se parece más a Laureano Gómez.

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