11.28.2005

Uno (rough cut)

Llegué a la casa con la firme convicción de no salir por nada del mundo. Era martes en la segunda semana de enero y once horas en la oficina eran suficiente excusa para llegar, tomarme una cerveza, darle un par de toques a un recién comprado kit de creepy y dormir viendo algún concierto en DVD.

El único mensaje en el contestador era de Camila, mi roommate, acordándome del cumpleaños de Paula. Yo sabía que era su cumpleaños, pero no me quería acordar. Tienes que acompañarme porque Camilo va a estar allá y yo no pienso llegar sola, decía su voz. Camilo y Camila. Era obvio que eso no iba a funcionar.

Pero entonces no era tan claro y terminó convenciéndome. Vamos un rato, dijo, un rato corto, que mira cómo se me pone el estómago sólo de pensarlo.

Llamamos un taxi media hora más tarde, cuando Camila llegó de la librería. (Ella trabaja en una librería de niños que se llama espantapájaros, o algo así, a la que yo no voy desde hace como 10 años cuando iba a visitar a una ex novia. El mundo es insoportablemente pequeño a veces.) Nos bajamos frente al edificio de Paula, unos 15 minutos después.

En el ascensor yo ya me había arrepentido de ir. No es que no quisiera ver a Paula, pero a pesar de que nos conocemos hace 10 años y sé más historias suyas de las que debería, lo único que tengo en común con sus otros amigos es a ella.

Cuándo sale tu próxima novela, me preguntaron más de tres veces en los primeros 5 minutos. Son cuentos, no una novela; nunca he escrito una novela. Y para qué preguntan si no los van a leer y, lo que más me importa ahora, ni siquiera los van a comprar.

Me abrí camino hasta la sala, donde estaba Paula, y el abrazo que me dio hizo que valiera la pena haber ido a verla. Saludé a María y a María, dos gemelas que se divierten confundiendo a la gente en un juego en el que yo no caigo: María Paula me mira distinto que María José porque a la segunda la he visto venirse, así que las reconozco.

Camila ya estaba con Camilo, buscando hielo en la cocina o con alguna otra excusa para estar solos. Yo quería saber la hora, para saber en qué momento podía empezar a decirle a Camila que nos devolviéramos a la casa. Miré hacia mi brazo, con pereza de moverlo, y me crucé con una sonrisa que me puso a temblar las piernas.

No sé qué cara puse, pero María Paula se me acercó desde el otro lado de la sala (yo ni me movía) y me dijo en secreto No, no se puede, tiene novio y además tiene 19 años.

Mierda, pensé, sin quitarle la mirada. Tiene 19 años y me va a romper el corazón.

2 comments:

Anonymous said...

Pensó tres veces más la misma frase, y se dio cuenta que la vida –que es tantas vidas- es cada vez (cada vida) más difícil.
Miró hacia abajo, con pereza de mover el brazo, y me dijo -mientras sonreía-: esta vez fui yo la de 19 años.

María Paula Muñoz said...

¿Qué es esto? el primer volumen de cuentos o una clásica ruptura de corazón, si es lo primero lo celebro y si es lo segundo también. No es lo mismo estar que quedarse ¡que va.