6.19.2005

Escribir es un acto subversivo

Desde muy niña, más atraída por la fascinación hacia los libros que consciente de lo que eso significaba, Nélida Piñón decidió que quería ser escritora.

“Tuve más noción de la escritura a partir de los 10, pero desde los 8 tenía ganas de ser aventurera, de ser Simbad el marino... un vagabundo en el sentido francés. Jamás volver donde ya estuve una vez”, recuerda.

Cerca de sesenta años han pasado desde entonces, así como una carrera en periodismo, varias cátedras, muchos escritos y varios premios. El que le otorgaron el miércoles pasado, el Príncipe de Asturias a las letras, es el más importante hasta hoy.

Con la pausa y la tranquilidad que da la satisfacción de saber que ha trabajado y revisado muchas veces cada línea que ha escrito, Piñón habló con EL TIEMPO acerca de este premio, y del placer y del sacrificio que significa dedicar la vida a las letras.

¿Usted es heredera de la tradición brasileña o el punto de quiebre?

La ruptura no es un alejamiento de la tradición. Cada generación tiene las rupturas necesarias, dentro de la moldura de la tradición. La tradición es estar con las vertientes que modelaron la literatura. Las rupturas que he hecho y sigo haciendo son herederas de las grandes tradiciones literarias. No soy una vanguardista que quiebra por quebrar.

Pero dice que escribir es un acto subversivo...

¡Claro! Pero las grandes tradiciones literarias han sido subversivas en sus tiempos. Se puede ser subversivo y tener en cuenta la herencia. ¿Cómo puedo ser subversiva si no tengo en mi imaginario a Cervantes?

La literatura brasileña no es muy conocida en el mundo, ni siquiera en Latinoamérica. ¿Qué significa, en este sentido, recibir el Príncipe de Asturias?

Me llamaron a contarme que todos mis libros que estaban en librerías en España se vendieron, pero no sé en qué medida eso ayuda. Tengo la esperanza que llamará la atención sobre los escritores importantes de Brasil.

¿Quiénes son ellos?

Para mí, Machado de Assis es el mejor escritor brasileño de todos los tiempos. Pero no quiero olvidar a nadie. Es una literatura fecunda, prodiga y fuerte.

¿El gobierno actual de Brasil apoya de manera especial la literatura?

El ministerio de Gil no se ha enfocado mucho en la literatura. Pero no es solo este gobierno. Los gobiernos brasileños no han dado prioridad a la literatura brasileña... es como si no aportara beneficios al país.

Hay en su obra una preocupación constante por el lenguaje. ¿De dónde nace?

De la preocupación de quien quiere hacer una gran obra literaria. No quiero decir que yo ya lo logré, pero no se puede hacer una gran novela sin cuidar del lenguaje. La historia no tiene importancia si no hay lenguaje. Por ejemplo Flaubert y Madame Bovary. El adulterio es lo mas tonto del mundo, pero le da trascendencia al adulterio de M. Bovary por cuenta de la sofisticación y de la manera de contar. No hay grande literatura sin un lenguaje correspondiente.

¿Siente que estaba predestinada a ser escritora?

Creo que sí porque era irresistible. No tuve miedo de no saber nada. ¿Cómo se aprende a escribir si no aprendiendo? Hay que trabajar mucho, leer mucho, tachar mucho. Soy destinada en el sentido de la vocación. En el sentido profundo de lanzarme a una tarea que una vez iniciada nunca podría alejarme de ella. Soy profundamente fiel a la literatura.

¿Cómo se traiciona la literatura?

Dejándola. No cumpliendo los dictámenes estéticos más profundos. Dejándose involucrar en las leyes del mercado para hacer dinero. Hacer dinero con un buen texto es estupendo, pero no se puede hacer un mal texto por saber que va a dar dinero.

¿Quién escribe así?

No hay nombres. Eso es una ‘deselegancia’ que no se puede esperar de mí.

¿Desde qué momento empezó a escribir como escribe hoy?

No me preocupa acordarme. La voz era la mía pero va ganando más cuerpo, más tesitura... a lo largo de muchos años se va ganando una soberanía estética, eso sí. Cada libro es un esfuerzo, una conquista nueva, un aprendizaje nuevo.

Y recibir premios, ¿eso ejerce alguna presión al escribir?

Para mí no. Me he dado cuenta antes de los premios de que mi relación con la literatura es de enamoramiento absoluto y de trabajo. Tachar, tachar, rehacer, tachar, hacer diez borradores... yo quedé inmunizada contra esto. Y crecí en una familia que me enseñó desde niña que es más importante que alguien, al final de tu vida, por tu generosidad, te ofrecerá un plato de sopa caliente.

Lo que ha cambiado es que necesito más gente a mi alrededor para poder seguir escribiendo. Para poder seguir teniendo miedo de escribir.

Además, los premios no me facilitaron la escritura. Lo que pasa es que con la edad se dilata tu responsabilidad, no en el sentido de los demás sino hacia ti mismo. Tienes que hacer tu gran obra hoy, en este instante, una obra fundacional, casi de carácter mítico, porque puede ser tu última oportunidad de hacer una gran obra. Y el que no tenga aspiración de hacerla, está mintiendo.

¿Quiénes han hecho esas grandes obras?

Felizmente, la vida nos dio muchos grandes escritores.

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